¿No se han percatado a ustedes
mismos tratando de huir de la tristeza? La verdad indiscutible es que yo sí, otra
verdad igual de indiscutible es que eso nunca me rindió muchos frutos. Huir de
la tristeza al menos para mí es el equivalente a correr desesperadamente
tratando de escapar nada más y nada menos que de mis piernas.
Soy una
persona feliz, con lapsos breves de tristeza y es esta la enemiga, eso solía
pensar, ese solía ser ese mi grito de guerra y así luchaba contra esta, lo
intentaba realmente, intentaba desesperadamente ganar una batalla pérdida desde
el principio. ¿O acaso no están perdidos los que intentan apagar el fuego con combustible?
La tristeza en mi interior fue algo que siempre trate de mitigar, de apagar,
pero la tristeza necesita casi como el fuego al oxigeno la oposición para
concretar su existencia, necesita la lucha perenne, en fin algo que se resista
a ella. A diferencia del fuego y el oxígeno la ausencia total de resistencia no
extingue la tristeza, pero sí muy por el contrario su presencia, intensifica el
malestar, pues con una tristeza existente y ánimos de lucha, se sufre
doblemente, se sufre la tristeza misma, y además la desesperación de no lograr
tu objetivo de matarla, y de no existir ella, el ánimo de lucha producto del
miedo, la hace nacer. Siempre estuvo dentro de mí, algunas veces más despierta
que nunca, otras tantas dormidas pero siempre valieron no más que
insignificancias para sacarla de su cueva, una acción que dolía como una
traición aun sin serlo, esperanza, deseo, odio, todo confluyendo en una misma
maldita cosa, en mí, yo no era una persona feliz, con lapsos de tristeza, tampoco
una triste con lapsos de felicidad, yo era la tristeza misma, luchando contra
sí, sirviéndose de combustible. Ya me di cuenta que luchar no sirve de nada, no
tiene sentido luchar contra tu alma, luchar contra ti. Una vez dije que
me repugnaba la gente que estaba mal todo el tiempo, y era porque en ellos la
veía, veía la tristeza, me veía a mí, yo me repugnaba por lo tanto ellos
también, porque me recordaban lo que era. Vamos, te invito, acepta esa parte de
ti, déjala arder, deja que te consuma lentamente como el fuego a un cigarrillo,
que toque cada parte de ti, porque a fin de cuentas, ella eres tú, que cada vez
sea peor, ocúltala del mundo a la luz del día, y en la noche súfrela a solas en
tu cama, apaga la luz, llora, golpea, reniega de todo, menos de ella, porque
ella querido amigo, ella eres tú. Y tal vez un día… quizás… Un día, ella, la
tristeza, sea más fuerte que el miedo, que la esperanza y te ayude a tomar la
decisión, vamos, déjala arder.
Por Dibujador .